viernes, 24 de noviembre de 2017

La Academia Francesa contra el lenguaje feminista

Como ya deberían saber todos los incautos -e "incautas", con perdón- el supuesto lenguaje machista no es sexista, pero el lenguaje feminista sí es sexualista. Allí se habla con la realidad histórica y la sintaxis. Aquí con la ideología y el sexo. Peor aún, con los solo sexos.

Oyendo o leyendo a una de estas curiosas criaturas dotadas por la ideología feminista de la doble flexión, o sea, la inhumana capacidad lingüística para atender a los dos géneros gramaticales al mismo tiempo (y aun habrá quien mire hacia el género neutro), la mujer se hace efectivamente visible. Y risible. Tanto la que sabe hablar y leer, y quiere mantener el uso del lenguaje al margen de la propia sexualidad, como la que sólo quiere hacer patente esa precisa sexualidad en todos y cada uno de sus neutros discursos.

Ya no hay personas: seres lingüísticos. Ahora, con motivo de cualquier ascética nadería, sólo se habla de seres sexuados: hombres y mujeres, niños y niñas, ciudadanos y ciudadanas... O sea, machos y hembras. Una orgía sintáctica. El erotismo de la imaginación. Lenguaje sexualista. La Cultura deja paso a la Naturaleza, y la inteligencia se confunde con la biología. El feminismo en las Cavernas.

 La doblez gramatical es, al cabo, como diría Nietzsche, una doblez teológica. Esto es, un burdo ardid moral contra la realidad histórica de Occidente.


La prueba que se adjunta, procedente de uno de los templos madrileños del saber, un Instituto de Enseñanza Secundaria, no es un caso aislado. Es la norma de los pedagogos, los docentes y los políticos seducidos por el feminismo. Contra la norma de la Real Academia de la Lengua Española. No se verá un cuerdo lingüístico ni en los Equipos Directivos ni en las Salas de Profesores.

En Francia, por el momento, se sigue hablando la lengua de la raison.

"En interdisant l’écriture inclusive dans les textes officiels, par le biais d’une circulaire publiée mercredi 22 novembre au Journal officiel, Edouard Philippe a donc ravivé un débat déjà houleux. Ses fervents défenseurs y voient une manière de respecter l’égalité entre les sexes. Ses opposants, eux, lui reprochent d’appauvrir la langue et de la rendre illisible."




















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