miércoles, 3 de septiembre de 2014

Desafección y aborrecimiento

      A diferencia de la Francia de 1940, a la que muchos -ante el empuje de la belicosidad alemana- consideraban pacifista, primero, y cobarde, después, quizá de manera un tanto injusta, la España de 2014, como cualquiera puede comprobar fácilmente, no sólo manifiesta -ante la más mínima oposición foránea o "nacionalista"- una evidente cobardía patógena o un "ansia infinita de paz", mucho más acusadas que en el caso de su vecina del norte, sino también, lo que ya es algo más que un síntoma de decadencia, una clara traición made in Sweden o en Madrid, o en las nacionalidades y regiones del "Estado español" (aquí más consciente, visible, altanera y desvergonzada), que trabaja de manera activa, con gusto o sin él, y desde todos los frentes, en la paulatina liquidación, antes o después, de la muy vieja y achacosa Nación española.
      Así, cabe pronosticar que una improbable invasión extranjera -aunque sea a la manera moderna, posmoderna o globalizadora-, o una más que cantada declaración de independencia nacionalista -quizás de manera bilateral, a juzgar por el sutil y torticero empleo del Derecho que suele hacer la Justicia española-, apenas encontraría contestación o repudio en la población. Y mucho menos lo habrían de hallar en sus versiones rudas, violentas, radicales.